viernes, 27 de septiembre de 2024

Apuntes de domingo

Para muchos, el domingo es un día de aburrimiento fatal. Otros lo aprovechan para hacer diferentes actividades...

Yoelvis Lázaro Moreno Fernández en Exclusivo 30/03/2014
1 comentarios
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En el caso de la capital, el Coppelia es una de las múltiples opciones para el domingo.

¡Llegó el fin de semana, caballeros!  ¿Descansamos o no? ¿Dormimos parte de la mañana o nos tiramos de la cama como si fuera jueves? ¿Salimos a pasear o nos quedamos haciendo más de lo mismo? ¿Para dónde nos vamos entonces? ¿Cine, parque o teatro? ¿Restaurante, Coppelia o Malecón (en caso de jornadas habaneras)? ¿Cabaret, discoteca o descarga criolla, amistosa y casera?

¿Jugamos cartas, damas, parchí, palitos chinos  o ponemos sobre la mesa el doble nueve desde temprano, hasta ver quién se pega? ¿Brindamos unos traguitos con los muchachones de la esquina o le damos un  play estruendoso al equipo con el top hit sonoro del momento? ¿Encendemos el televisor para ver Arte Siete o Todo Deportes? ¿Con qué subsistimos mejor: con el melodrama o con el movimiento? ¿Aprovechamos para “calentar el DVD con la novela mexicana de moda, con La voz Kids, o con tres o cuatros películas de acción, o nos reservamos fútbol enlatado de buena factura o pelota de las Grandes Ligas?

Y si cogemos la cocina, ¿qué se inventa de bueno? ¿Preparamos un plato para todo el día y reforzamos más tarde con chucherías, o respetamos el clásico itinerario de desayuno, almuerzo y comida?

¿Aprovechan para acicalarse las uñas y sacarse también las cejas las féminas, poniéndose lindas y relindas para llegar al lunes con un look por el que todos tienen que ver con ellas? ¿Nos tiramos algún corte los hombres antes de las doce del mediodía, que es hasta la hora en que trabajan algunas barberías? ¿Quiénes van al mercado; quién vive en esa jornada el desasosiego de la compra alimentaria de la semana?

¡Oh! Pero lo triste: ¿y si no hago nada? ¿No hacer nada? ¿Cómo va a ser eso? ¡Qué va! ¿Reposo absoluto el domingo? Ese método no lo prescriben los médicos…

Puesto sobre su agenda de fin de semana este rosario de preguntas algo incisivas y capciosas, no es interés que me responda de sopetón, o que se aventure a cuestionarse posibilidades y circunstancias. No se tome el trabajo de contestarme con urgencia. Vamos esta vez a formularnos entre todos el domingo que queremos, la jornada que ha pensado. Vamos a fabular entonces, a especular, a pintarnos con una “brocha” medio loca el día que deseamos, lo mismo diciéndolo en el sentido más literal, que figurándonos a base de mofas lo que no nos gustaría porque nos aburre o nos provoca hasta el paroxismo.

Les propongo jugar con varios escenarios a la vez, con gente, propuestas y andares diversos al mismo tiempo. A fin de cuentas, apostamos por la riqueza, por el sentido múltiple, por la intención de hacer del séptimo día una jornada, si no excelente, al menos simpática y algo entretenida.

 Comienzo compartiendo que allá en mi natal Camajuaní, en tierras villaclareñas, el domingo llega casi siempre con una gracia crecida. Ese es el día del desfile y la gozadera a granel, para los que así lo quieren, porque es la hora en que se pone los bafles más altos que de costumbre y se aprestan los lugareños más salidos del cascarón y la modorra a su cervecita de pipa. Las calles parecen hormigueros. Carros, rastras, camiones, carretas, bicicletas y motores van y vienen, vienen y van; lo mismo llenos que vacíos, lo mismo con un racimo de plátano en el timón de una Minerva o montañesa, en el maletero de un chevrolet  medio abierto, que en la parte trasera de un camión.

La gente se alista con pantaletas, gorras y jabitas, y sale al forrajeo. Se ponen sus gafas, halan del perchero la camiseta desmangada, el “sacachispas” cómodo, la blusita fresca de tirantes, y entonces, como regla que se impone, sacan cuentas antes de salir de casa. Ya en la feria, uno nota a la gente ansiosa, expectante, camina que te camina, observa que te observa, sufriendo para adentro el síndrome provocador de la cucarachita Martina: ¿Qué me compraré? O mejor, ¿qué no tan caro me compraré? Y aunque no les quepa del todo el convencimiento, tienen que darles parcialmente al menos respuesta a ese dilema.

Ahora bien, la rutina del domingo en la capital, como urbe cosmopolita y en un inusual ajetreo, tiende a ser más desentumecida, con un libreto que no se advierte igual en la Habana Vieja que en La Lisa. Está la costumbre —una de las que más me gusta— de insuflarle corretajes a la mañana para tomar la calle en la tarde. Y así ir al teatro, al cine, al espectáculo de música, al muro del Malecón, a la cola de Coppelia, porque Coppelia que se respete pierde glamour si no tiene cola.

A diferencia de lo que ocurre en mi Camajuaní natal, donde la gente toma por asalto las calles desde temprano, haciendo una procesión casi unánime en nombre de la vianda, la pimienta y la fibra “porcina”; en la capital, no son pocos los que reservan la salida para el horario crepuscular. Y se ve entonces un malecón a las seis de la tarde que no le cabe uno más: vendedoras de vino y flores plásticas pecan por insistentes, mientras se dan cabezazos unas a las otras.  

¿Y el de las palomitas de maíz, y el de las chicharritas de boniato, yuca y otros sabores y olores no identificados? ¿Y los guitarreros insistentes que, en su afán “recaudatorio–recreativo”, confunden al nacional bien vestido con el turista que se pasea por La Habana con cámara en ristre, un short medio “berijero” y sandalias de pegueta?

Pero el domingo, a fin de cuentas, es para todo, para todo lo que quieras hacer.  Si sabes que tiene un desperfecto en la luz del baño, que el lavamanos está goteando, que hay que abrirles con el taladro unos huecos a la pared del cuarto para enganchar la cortina nueva que la mujer compró, que se debe cambiar el sofá de un cuarto para otro, se cuentan por montones los que reserva la fecha en cuestión para esos menesteres. Si necesitas echarles una ojeada a los papeles que de seguro te va a pedir la inspección que se te avecina, buscas el chance y consagras la jornada al trabajo atrasado, ese que no hiciste de lunes a viernes, pero que te toca.

Si la mujer de la casa no pudo limpiar durante toda la semana, ¡pobre infeliz! Ese es el día para dar trapo y brillo. Y uno la ve secando el cuarto, adelantando el almuerzo y corriendo los muebles de lugar como si fuese una loba solitaria doméstica.

Se visita también a los amigos, se comparte con ellos. Soy un buen ejemplo de eso. Se organizan y reprograman los intereses de la semana saliente y la que entra. Y cada cual trata de buscarles a  su manera una o varias respuestas a esas múltiples preguntas con las que abría este artículo.

¿Para qué interpelar por lo que ya está dicho entonces, o usted mejor que nadie se puede decir? ¿Para qué alentar a la  polémica por la diferencia entre contextos domingueros como el de Camajuaní y La Habana, por ejemplo; como el de Baracoa y Playa,  si en cada uno de ellos la gente va encontrando un remanso para construirse lo mejor que se puede hacer en cada lugar? ¿Quién, después de moverse por estas coordenadas que el autor ha tendido de una manera bien irresuelta, abierta y desprotegidas al cliché, no lograría desmitificar su propia caricatura del domingo?

Vamos, otra vez le invito. No olvide que se nos acerca el lunes, y que Cuba, como su gente, como sus costumbres, como esta jornada, pide  que se viva intensamente con independencia de fecha, lo mismo hoy, mañana, que ahora, ahora mismo. ¿No lo crees así?


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Yoelvis Lázaro Moreno Fernández

Joven periodista que disfruta el estudio del español como su lengua materna y se interesa por el mundo del periodismo digital y las nuevas tecnologías...

Se han publicado 1 comentarios


fvega
 31/3/14 9:15

Para que comentar sobre los Domingos donde vivo, no hay donde ir, no hay feria, no hay copelia, no hay cabaret, no hay restaurant, nada de nada..

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