Crónica de los obesos sin nombre (+Infografía)

Aquel gordo perdió el nombre. Su carnet de identidad es el único que recuerda si se llamaba Pedro, Ernesto o Alberto. Para los demás es “Gordo” y solo eso. Si de casualidad alguien tiene la cortesía de identificarlo por su nombre real, después remata con el epíteto más infame de la historia: Juan “el gordo”, y entonces no hay pérdida.

El gordo perdió su nombre hace mucho tiempo. Algunos creen que desde aquellos días en los que usaba short rojo y camisa blanca ceñida al cuerpo como traje de buzo. Pero fue mucho antes, desde que era un bebé y sus libras de más eran supuestamente fotogénicas.

En la adolescencia fue el blanco de todas las bromas. ¿Qué importa si había feos, flacos, bizcos o jorobados, cuando había un gordo en el aula? ¡Qué consuelo para los demás! Las personas encuentran alivio en los lugares más insospechados.

Los vecinos se encargaban de recordarle —con perturbadora regularidad— que mientras los demás crecían hacia arriba, él lo hacía hacia los lados.

Pero, nada le molestaba tanto como cuando sus amigos conseguían novia y él quedaba sin pareja, como si por pesar el doble hubiese excedido su dosis de compañía.

La soledad multiplicaba las burlas, y no eran pocos los que se dedicaban a debatir sobre el tamaño de su pene.

El gordo se molestaba y comía. Se estresaba y comía. Se deprimía y comía. Comía y engordaba. Un verdadero círculo vicioso. Comer es el peor de los vicios, porque es una necesidad.

El espejo le devolvía constantemente aquel reflejo desagradable. Y entonces recordaba que se trataba de “comer para vivir y no vivir para comer”, un refrán más fácil de decir que de hacer, como casi todos.

El gordo va a la tienda y no encuentra ropa. Es difícil vestirse en un mundo de Bellezas Latinas y modelos de Victoria Secret. No hay modas para los gordos porque los gordos no están de moda.

El gordo quiere bajar de peso y no puede. Casi que no lo dejan. Una manzana le cuesta lo mismo que veinte panes. Tal vez por eso le llaman la fruta prohibida. Ahora entiende que “los ricos tienen dietas y los pobres hambre”.

El gordo tiene un círculo reservado en el infierno. La gula es un pecado. Ser gordo es un pecado. “¡Bienaventurados los que sufren porque de ellos será el reino de los cielos!” ¡Qué aliento! ¡Qué incoherencia!

No hay música ni pintura que los favorezca. No hay gordos galanes de telenovela, ni gordos superhéroes en películas de acción. No existe gloria para los gordos. Los gordos son comedia y papelazo. Porque “¿quién ha visto un gordo/gorda con sentimientos?”.

Pero aquel gordo no está solo. Vive en un mundo donde el 10 por ciento de los hombres y más del 5 por ciento de las mujeres son obesos. Una sociedad en la que existen más de 640 millones de personas con su mismo problema, con su mismo padecimiento, con el mismo peso. Más de 640 millones de personas que necesitan apoyo. Para ayudarlos es bueno empezar por aprender sus nombres.