Las estadísticas indican que cada minuto muere al menos una mujer por complicaciones relacionadas con el embarazo y el parto. Ello significa que en el mundo unas 529 000 féminas fallecen anualmente; mientras que cerca de 10 millones sufren lesiones en su salud reproductiva, como consecuencia de la falta de atención médica durante la gestación.
Aunque estas cifras parecieran traídas de tiempos pasados son muy reales y del siglo XXI. Un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud advierte como en algunas regiones en desarrollo la mujer tiene una probabilidad de 1 entre 16 de fallecer durante el embarazo o al dar a luz, frente a un riesgo de 1 sobre 2 800 en las zonas desarrolladas.
La pobreza, las distancias a los centros asistenciales, la falta de información, la inexistencia de servicios adecuados, así como las prácticas culturales, constituyen hoy algunas de las causas más frecuentes de estos decesos.
Ello indica que la inmensa mayoría de las muertes maternas se evitarían si las mujeres tuvieran acceso a servicios de planificación familiar de calidad, atención competente durante el embarazo, el parto y el primer mes después del alumbramiento, además de los servicios de atención postaborto, incluso de abortos seguros.
COMPLICACIONES FRECUENTES
Según tiene concebida la Organización de Naciones Unidas, la mejora de la salud materna es uno de los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) adoptados en el año 2000. Desde entonces los países se comprometieron a reducir la mortalidad materna en un 75 por ciento para un plazo que recoge los años entre 1990 y 2015.
Sin embargo, a las alturas del 2010 la razón de mortalidad materna mundial, o sea, el número de muertes maternas por 100 000 nacidos vivos solo disminuyó en un 3,1 por ciento cada año, cifra que está lejos de la reducción del 5,5 por ciento anual necesaria para alcanzar la meta trazada.
Desde 1990 varios países subsaharianos han reducido solo a la mitad su mortalidad materna; aunque en otras regiones, como Asia y el Norte de África, los progresos han sido mayores.
Las principales complicaciones, responsables de más del 80 por ciento de las muertes maternas son las hemorragias graves, en su mayoría tras el parto; las infecciones; la hipertensión gestacional (preeclampsia y eclampsia), además de los abortos peligrosos.
A ello se suman los fallecimientos relacionados a enfermedades como el paludismo, o la infección por VIH. Si miramos desde la estrecha conexión entre la salud materna y del recién nacido, las cifras muestran que cada año mueren más de 3 millones de recién nacidos, y otros 2,6 millones antes de nacer.
BEBÉS CUBANOS
Desde que en 1959 triunfó la Revolución, en Cuba se adoptó una política especial en el sector de la salud pública con los grupos poblacionales de riesgo, en particular a la mujer y los niños.
Es válido recordar que en la década del 50 la situación de la madre embarazada en la Isla estaba matizada por los elevados índices de mortalidad, dados por la falta de médicos, seguimiento y escasez de tratamientos especializados, así como de centros de asistencia.
De ahí que una de las primeras tareas que asumieron los médicos rurales en los inicios de la década del 60 fue ofrecer su colaboración a las parteras empíricas llamadas recogedoras, que eran las que brindaban cuidados a las parturientas en las zonas rurales del país.
En 1962 se constituyó una unidad de atención primaria especializada en el tratamiento de embarazadas en ciudades o pueblos, conocida como el hogar materno, iniciativa que se convertiría en una de las principales fortalezas del programa materno-infantil.
Estas instituciones acogieron a la embarazada con dificultades durante la gestación y le brindaron tratamiento personalizado, previendo complicaciones que pongan en peligro la vida del bebé y la madre.
Hoy es común encontrar estos centros en cada comunidad del país.
Poco a poco se fue estableciendo un sistema integral de atención que actualmente convoca a cada embarazada. A cada mujer durante el embarazo, se le realizan no menos de 17 consultas y 30 exámenes de diagnóstico para evitar que sus hijos padezcan enfermedades graves o malformaciones congénitas, con lo que se logra que disfruten de buena salud.
Entonces se creó el Programa de Atención Integral a la Mujer y el Niño, el Reducción de la Mortalidad Infantil (1970) y finalmente el Programa de Atención Materno Infantil constituido ya en el año1980.
Las estrategias estaban encaminadas a mejorar la calidad de la salud reproductiva de la mujer o la pareja, persistir en la disminución de enfermedades asociadas al embarazo, bajo peso al nacer, afecciones perinatales, infecciones respiratorias agudas, accidentes, lactancia materna, y el diagnóstico precoz del cáncer cérvico-uterino.
En la actualidad cada niño que nace no solo se le vacuna contra las 13 enfermedades erradicadas ya en el archipiélago, sino que se le aplican además pruebas para detectar otros seis padecimientos.
Ello ha permitido que Cuba ocupe el primer lugar en indicadores favorables de mortalidad infantil en menores de un año y menores de cinco años en América Latina y buena parte del mundo.
Durante los dos últimos años se ha alcanzado la tasa de mortalidad infantil más baja de la historia, con 4,7 por cada 1.000 nacidos vivos. Un reciente estudio de la OMS significó que la mortalidad infantil se redujo de 35,9 en 1960 a 4,9 en 2011; y destacó que este avance se obtuvo pese a que la Isla sufre desde hace 50 años un bloque económico y comercial impuesto por Estados Unidos.
Cuba, además, redujo la mortalidad infantil por cardiopatías congénitas de 3,5 por mil recién nacidos vivos, en 1980, a 0,5, en el año 2005, gracias al Programa Nacional de Atención al Niño Cardiópata.
A estos resultados se suman los desafíos actuales, con el seguimiento a embarazadas con VIH. De aquí llega una de las alegrías mayores pues en la isla ya se eliminó la transmisión materno-infantil de este virus.
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