domingo, 29 de septiembre de 2024

Estilo leñador o la tortura de los lampiños

Hombres con un aspecto ¿desenfadado? caminan por las calles cubanas. ¿Regreso al “macho alfa”?...

Mayra García Cardentey en Exclusivo 01/05/2015
3 comentarios
Las modas son cíclicas, paradójicas...no hay quien las entienda. Seguirlas, al pie de la letra, es cosa de locos. Algunos ni siquiera se dan cuenta cuando forman parte de ella, y otros, sufren cuando madre natura no les brinda determinadas dotes para acompañar estilos y formas.

La experiencia viene de un amigo, al que nombraremos X, -nada que ver con X Alfonso- para mantener anónima su “lampiña” personalidad. X cursó todo el pre esperando que le creciera el primer vello en la cara y las axilas. Por aquel entonces era cuestión de hombría exhibir los minúsculos y esporádicos pelos faciales como muestra de mayoría de edad y virilidad masculina.

Recuerdo que su trauma era tal que no se ponía pulóver desmangado alguno por temor a mostrar su virgen y despoblada axila, y se pasaba cuántas máquinas de afeitar encontraba con tal de agilizar su primera barba.

Y pasó el décimo, y el onceno grado, y casi al final del 12, le salió un único pelo debajo el brazo y un pequeño bozo en el rostro. Mi amigo se dispuso a celar de su bien físico, hasta contabilizar unas cinco pelusas, a contar por sus orígenes caucásicos de cabelleras extremadamente lacias.

Por aquellos inicios de los 2 mil, la moda no era precisamente, llevar frondosos bigotes o patilla alguna. Comenzaba el furor masculino con el estilo meticuloso de la metrosexualidad que defendía hábitos, otrora exclusivos de mujeres, como la depilación de todo cuanto estuviera a plena vista, y lo que no también. Por supuesto que para X semejante tendencia resultaba un atentado a su espera y esfuerzo de años. Aunque, no le quedó más que sucumbir al concepto en boga y apoyarse en su escasez lanuda, más por petición de sus novias y por lo “raro” que lucían sus tres pelos en la barbilla, que por propia convicción de acudir al “último grito”.

“Qué se le va hacer”, me dijo en cierta ocasión, cuando con angustia exterminó sus queridos “cuatro pelos”.

Pero las torturas para X no acaban. Con el paso de los años, el hombre impecable, preocupado por su estética, con imagen andrógena y extremadamente afeitado hasta en las más insospechadas zonas, quedó atrás. Ahora en las calles cubanas resalta el “desenfado cabelludo”: ese joven recio de barba tupida, pelos rebeldes, dispuesto a exaltar su masculinidad más tradicional, una moda del “aparente descuido físico” que no es más que un reguero bien cuidado.   

Los lumbersexuales (lumberjack) son la moda ahora, el estilo leñador desfila por barrios y ciudades, como tortura para muchachos como X. Y no es precisamente que no les interese ser “chicos lindos y aseados” como los metrosexuales”; es que “la buena apariencia es esta ahora y creo que me queda bien”, me comentaba otro amigo hace poco cuando descubrió mi asombro por su larga y frondosa barba que había cultivado por varios meses.

Según explican los especialistas en tales temas, quienes prefieren esta línea, suelen mostrarse rudos, naturales, personificando el estereotipo tradicional de “macho, varón, masculino”: fuerte físicamente, todo terreno en tareas de construcción o fuertes labores domésticas, salva doncellas.

Aunque a la sazón, más de lo mismo. Su aparente enajenación física no es más que una estética bien pensada y construida; en realidad, ponen bastante esmero en tener la apariencia de que no les importa demasiado cómo se ven. Incluso, algunos los denominan “metrojack”, y ya las marcas más populares se adueñan de la tendencia.

Ni siquiera es nada nuevo, por finales de los 80 era una usanza popular, y como todos los estilos, el lumbersexual se metamorfosea de su original hace décadas atrás, y desplaza, con su ornamentación salvaje, al metrosexual en el paisaje urbano.

Algunos investigadores hasta perciben en este “regreso al hombre viril”, un retroceso a concepciones patriarcales y a los estereotipos del “macho alfa”.

Pero esta moda de hipster desaliñado, de príncipe azul desteñido, no le gusta nada a X. Al menos desde sus cuatro flequillos, que no ha logrado multiplicar ni siquiera con su entrada en los “…tá”. Más que un desenfado velludo parece que está mal afeitado. Un desierto con escasos oasis de pelo.

Ahora solo maldice las modas, vocifera su infierno de caucásico lampiño, mientras blasfemia sobre la escasa especialización en cirugía estética de la Isla: “¡Ay, Dios Míos!, ¿por qué en Cuba todavía no hay implantes de barba?”


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Mayra García Cardentey

Graduada de Periodismo. Profesora de la Universidad de Pinar del Río. Periodista del semanario Guerrillero. Amante de las nuevas tecnologías y del periodismo digital.

Se han publicado 3 comentarios


ramses
 15/5/15 13:48

Hola Mairita, como siempre tus escritos tan hermosos y bien logrados como solo tu sabes hacerlo. Pero amiga quien es X jaja tu y yo estudiamos juntos en el IPVCE y los varones de tu aula estaban junto en mi mismo cúbiculo  del albergue asi que debo conocer a X jajaja. Quien sería!!!. PD yo tambien sufri como X se demoraron en salir pero cuando llegaron fue en grandes cantidades jaja y ahora no me alcanzan las cuchillas, menos mal que la peluquera se esta volviendo moda jaja.

Amiga un beos y sigue escribiendo asi.

 

Arístides
 2/5/15 2:23

Admirada Mayra, no tiene ni por qué acordarse porque usted es demasiado joven ¡Y que le dure! pero en mis años mozos, que de eso hace sepetecientos años, la señal de masculinidad más deseada por nosotros los varones, era tener pelos en el pecho. Cuando se decía “hombre de pelo en pecho” se refería a una versión modernizada de hombre de las cavernas, una especie de Trucutú civilizado,  uno que “imponía respeto” si dejaba a la vista con su camisa semi abierta, esa pelambre, muestra de valor, de coraje, de sexualidad, y de los que “supuestamente” se creían preferidos por las mujeres. Un comediante argentino que teníamos a pupilo en aquellos años, Biondi, hacía un chiste de su falta de ese “atributo” varonil, cuando se decía que para ser marinero - dura y arriesgada profesión de aquellos tiempos y de siempre - había que ser “un hombre de pelo en pecho”. Él era lampiño, decía.

robin
 1/5/15 13:53

el problema de las modas creo que se debe al gusto de cada cuál, por ejemplo me gusta vestir al estilo repa pero no tan exagerado, no critico a nadie por su forma de vestir, solo que hay personas que primero deben de mirarse al espejo antes de salir a la calle, a quien no le gusta mirar a una muchacha con un pedacito de tela que le llamamos falda o una licra de esas ya tu sabes y como decimos en buen cubano echando candela, conozco amigos dentro de los que me incluyo que por cuanto dejamos a nuestra pareja vestir asi por mucho que eso sea la moda.... pero nada la moda es para usarla y vendito el que invento esos pedacitos de telas y esos cuerpitos de criollitas para usarla...

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