martes, 30 de abril de 2024

La muerte que no quiero (+Video)

El tabaquismo es un hábito letal cuyas consecuencias no acaban de ser entendidas por todos los cubanos...

Raúl Menchaca López en Exclusivo 31/05/2012
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Día Mundial contra el Tabaco
El 90% de los cánceres de pulmón están provocados por el tabaco.

Los no fumadores, como los ex fumadores, somos una especie de plaga incordiante que trata por todos los medios de hacerle la vida un trapo a quienes hallan deleite en el gesto supremo de encender un cigarro o un tabaco.

Así pensé hasta el ahora lejano 25 de noviembre de 1985, cuando decidí dejar el vicio y esa noche, sin fumar en la cama como dicta el canon, boté una cajetilla con los dos últimos Populares, esos que, quién se acuerda, costaban apenas 1,60 pesos.

Esa fue una decisión que no tuvo nada que ver con mi salud, ni siquiera con el hecho de que mi hija Sandra acababa de nacer nueve meses antes. Sencillamente decidí dejar de ser esclavo de la nicotina y el alquitrán, que seguro comenzaban a acumularse en mis pulmones después de doce años de consumo.

Había empezado a fumar a los 14 años, cuando estaba en una beca militar, y rápido me convertí en un adicto que siempre tenía que tener un cigarro en la boca o al menos escondido cerca para que ni los profes ni mis padres lo supieran.

Llegué a fumar dos cajas diarias, y cuando comencé a ejercer el periodismo prácticamente encendía un cigarro con otro, mientras tecleaba en la redacción. ¡Qué tiempos aquellos en que aspiraba a ser como mis maestros, también fumadores empedernidos, y además aspiraba humo como un poseso!

Por suerte, hoy se prohíbe fumar en las redacciones, que casi siempre son lugares cerrados y cada vez hay más rechazo social, al menos entre los periodistas, con aquellos que fuman.

Según algunos estimados, hoy uno de cada tres de los 11,2 millones de cubanos es fumador y en el país se consumen cada año unos 200 millones de unidades a pesar de los esfuerzos oficiales por disminuir esa práctica.

Admito que el tabaco está asociado a la historia de Cuba, tanto que el propio Cristóbal Colón, cuando pisó la Isla, en 1492, describió a los aborígenes fumando, y varios siglos después un tabaco sirvió de escondite al llamado de alzamiento contra la colonia española y esos cigarros distinguieron más tarde al Ejército Rebelde en la Sierra Maestra.

Tal vez por eso los cubanos siguen siendo grandes fumadores y, desde 1981, las autoridades sanitarias aplican un programa de Lucha contra el tabaquismo, que en la actualidad está en proceso de ajuste para lograr una legislación con sanciones más severas.

Hay que recordar que desde hace seis años la Resolución 360 prohíbe fumar en hospitales, policlínicas y otros centros vinculados a la salud, pues, de manera contradictoria, ese es uno de los sectores con más fumadores en el país.

Normativas similares se aplican en algunas entidades públicas, como restaurantes, cafeterías y estadios deportivos, aunque no hay mucho control efectivo sobre su cumplimiento.

“Yo sé que me hace daño, pero me gusta mucho y no lo quiero dejar”, dice sin ambages mi amiga Marisel Ramos, una cuarentona habanera, fumadora empedernida cuya actitud ilustra la falta de percepción de riesgo que hay entre muchos cubanos.

“La gente sabe que es un problema pero no hace nada por resolverlo”, explicó a una emisora habanera el doctor Francisco Zamora, especialista del Centro Nacional de Educación y Prevención para la Salud.

Y es que el tabaquismo, junto con las bebidas alcohólicas, es adicción que genera un sinnúmero de problemas de salud y hasta la muerte, como sucedió con Camilo, mi abuelo materno, un gallego bueno y trabajador que no podía vivir sin fumar y que perdió la vida antes de tiempo por un cáncer de pulmón.

Todavía recuerdo su dolorosa y larga agonía, en 1971. Tuvo un final que agotó las reservas de resistencia de la familia, que sufrió con él aquella desesperante falta de aire y los constantes ahogos.

Su vicio por el cigarro le regaló una muerte lenta, jodida. Una muerte que no quiero.


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Raúl Menchaca López


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