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sábado, 5 de octubre de 2024

Septiembre

Mes de aguaceros, tardes más cortas y Cuba lista para nuevo año lectivo...

José Armando Fernández Salazar en Exclusivo 05/09/2016
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Inicio de Curso escolar
Y con esa misma tranquilidad y sorpresa con que llega septiembre, mes de ciclones y papalotes, se va. (Fernando Medina Fernández / Cubahora)

Las costureras son las primeras que advierten que septiembre está cerca. Nadie es capaz de imaginarse el estirón que se dan los muchachos en los dos meses de vacaciones, y entonces es necesario soltarle al pantalón de uniforme, o recogerle a la falda, porque ya la niña es casi una señorita.

Los barberos también son gente de días ocupados en los finales de las vacaciones. Montañas de pelo quedan en el piso de lo que una vez fueron cortes extravagantes, sacados de una de las partes de la Guerra de las Galaxias.

En Cuba, julio y agosto son un inmenso fin de semana, en lo que casi todo queda pendiente para septiembre, porque ahora todo el mundo está de vacaciones y hace demasiado sol y demasiado calor como para salir a resolver asuntos con premura. Entonces llega septiembre, un lunes de 30 días, en los que la gente quiere hacer de correcorre lo que dejó pendiente en el verano.

Después de una noche azarosa llega el momento de levantarse en el nuevo primer día de clases. El niño que va por primera vez al círculo se despierta feliz, porque hace unas semanas cada vez que se levantaban temprano iban para la playa, pero al final del día habrá descubierto dos cosas: cómo coger la cuchara y comer en una bandeja y que los padres también mienten, porque mamá dijo que lo recogería al mediodía y se apareció a las cinco de la tarde.

Pero los hay que lucen por primera vez el uniforme. Y salen a la calle armando aspavientos y mostrando el trajecito nuevo. Aún no llevan pañoleta y apenas saben contar hasta diez, pero la mochila va cargada de libros y lápices y apuran a mamá porque no quieren llegar tarde. Piensan en los nuevos amigos que encontrarán, lo hermosa que será la maestra y en la deliciosa merienda que quizás no llegue completa al receso.

Con cierta compasión suelen ser vistos estos primerizos por aquellos que cambiaron de nivel de enseñanza o continúan sus estudios. Dos meses de playas y juegos no fueron suficientes para borrar el estrés de las pruebas finales. Ahora volverán las tareas interminables, las casas de estudio, los padres revisando las libretas y los trabajos de investigación. Mientras caminan van adelantando la composición que seguro la profe de español les mandará hacer bajo el sugerente título de “¿Qué hiciste el verano pasado?”. Queda el consuelo de los amigos y las primeras novias, aquellas que solo son nuestras durante las clases.

Pero si llamativos son los alumnos, también lo son los padres. Los obsesivos compulsivos se pasan todo el camino leyendo la cartilla con oraciones que siempre comienzan con un “NO” y después se deshacen en recomendaciones para los maestros. También están los que lloran por los pasillos del círculo infantil al tener que separarse del crío que hace apenas unos meses apenas gateaba. Y están los que bendicen la llegada de septiembre, porque al fin su “bola de humo”, en ocasiones llamada hijo, tendrá un lugar donde mortificar a otros y gastar sus aparentemente infinitas energías.

Y con esa misma tranquilidad y sorpresa con que llega septiembre, mes de ciclones y papalotes, se va. Y transcurren los diez meses del curso escolar entre cumpleaños, buenas noticias, reuniones en las escuelas, resfriados que aparecen solo a la hora de levantarse y trabajos de curso que harán los padres. Y de pronto volverá el verano y de nuevo septiembre, mes de aguaceros y tardes más cortas. Y otras vez habrá un nuevo primer día de clases, que será igual que los similares de años anteriores, pero tendrán el sabor a aventura que entra en el pecho cuando se emprende una nueva etapa en el largo viaje de la vida.


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José Armando Fernández Salazar

Para mí no hay nada mejor que estar con los que quiero, riendo y escuchando a los Beatles


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