domingo, 22 de septiembre de 2024

Un Pepe que no es cualquiera

A propósito de la Jornada de la Prensa Cubana, una entrevista a José Alejandro Rodríguez, Premio de Periodismo José Martí 2013 por la Obra de la Vida...

Gabino Manguela Díaz en Tribuna de La Habana 12/03/2013
4 comentarios
José Alejandro Rodríguez Martínez
“No me considero un periodista tradicional".

Siempre supe que entrevistarlo sería desafiar su desenfado, una provocación a su linaje de cronista entrevistador, el   contrapunteo perfecto con las   muchas cosas que suele decir,   y también la necesidad de que una vez más demostrara que aunque responda a ese nombre, este Pepe no es un Pepe cualquiera.   

Ciertamente tendría que sonsacarlo —en lo que me ayudaron los muchos años de labor común, las juergas y secretos compartidos—, dejarlo hablar sin interrupciones, y solo matizarlo, pues tiene el don de la   palabra y el carisma del buen   conversador.   

Apasionado siempre no eludió ninguna respuesta, aunque por momentos prefirió no hablar de sí mismo; y cuando pareció que alguna lágrima intentaba asomar en su rostro, maniobró con la habilidad   de casi cuatro décadas en este “agónico ejercicio de la insatisfacción” —como califica a la profesión periodística.   

En otros, su carisma natural parecería impostado. Muchas personas a quienes ni siquiera conoce lo saludan por las calles como un amigo más, y en las casas son frecuentes los debates sobre lo que dijo en Papelitos Hablan, en Acuse de Recibo o en Hablando Claro, sus espacios principales —que no son los únicos.   

¿Periodista?   

“Soy solo un cubano más, que escogió el periodismo —enfatiza— pero pude haber sido cualquier otro profesional. Sencillamente un trabajador de este país; alguien que a lo que más aspira es a ser una buena   persona, a ser lo mejor posible, porque nadie es completamente bueno, ni totalmente malo, no somos perfectos”.   

Para Pepe, ser buena persona es algo incluso por encima de ideologías y credos religiosos. “Es ser lo más humano   posible, la obligación de ser   justo y bueno.   

“Claro, soy periodista porque   ejerzo la profesión, pero esta es una carrera que no termina.   Por eso, sin falsa modestia,   me considero un aprendiz   de periodista, cada día en busca   de lo inesperado, lo insólito, lo impredecible. Son realidades   que te retan todos los días”.   

Aprendió de su padre a no   olvidar jamás los buenos días, las buenas noches, la honradez y el amor al prójimo, entre otras muchas virtudes “que se   aprenden en la niñez o no se aprenden; él, que era maestro, me enseñaba sin decirme las   cosas: yo solo lo miraba y ya lo aprendía todo.   

“Con él aprendí que el valor más alto es el espiritual, lo ético, lo moral; siempre me hablaba de temas edificantes. Crecí en una familia culta, refinada, sin carencias, pero   mi padre tomaba un trago de   aguardiente con cualquier   persona, por pobre que fuera,   siempre que la condición humana   prevaleciera. Él era una personalidad”.   

¿Por qué periodista?   

Llegó al periodismo casi por casualidad, porque tenía la necesidad innata de comunicarse. “Siempre fui un adolescente que gustó de la lectura; sensible a todo lo que me rodeaba, algo muy importante para un   periodista. Incluso en un momento pensé en la sicología, pues me gustaba investigar la conducta humana.

“Sin embargo, escogí el periodismo, quizás egoístamente, porque me permitiría el poder de la palabra para expresarme, sin imaginar la connotación social, política y, sobre todo, humana de la profesión.   

“No me considero un periodista   tradicional. Soy de   libretica de notas y bolígrafo, aunque no puedo eludir las tecnologías que han ayudado y   favorecen la celeridad e inmediatez; pero lo más importante es la capacidad de hacer buen periodismo, el talento, la intencionalidad, lo que está en tu cabeza, en tu corazón”.   

Entonces da rienda suelta a sus criterios: “No hay que escribir   para que nos recuerden, sino para quienes están a tu alrededor, sin descuidar recursos expresivos; si después alguien se conmueve con lo que escribiste, mejor. Hemingway es el ejemplo.   

“Nunca un periodista puede esconder su manera   de pensar, su concepción de la vida. Transitamos toda la   escala social y eso te aporta saberes y filosofías. A veces   estás en una comitiva presidencial y en otras conversando con un campesino en el surco, lo que te enriquece   espiritualmente y te hace más sabio.   

“En ocasiones, alguien   que parece anónimo, te demuestra estar lleno de verdades   y profundos conceptos.   Como periodista tienes que   conmoverte con esas personas,   y cuando mires a tu alrededor   —donde también hay   cosas feas— no creerte que   eres el centro, si bien tenemos   el privilegio de conectar esos   matices de la realidad.   

“No, no soy duro, más   bien soy crudo, y la sinceridad   con crudeza a menudo   se convierte en una cadena…   Mientras más sincero, sufres   más incomprensiones, eres   menos llevadero, aunque no   me considero implacable, sino   elegantemente sincero. Mira,   yo a veces me desboco, pero   la sinceridad tiene que tener   riendas”, sentencia.   

Martí…   

Le pido hablar de Martí y se   desdobla. Se inspira. “Lo tengo   siempre pegado a mí; es difícil   que un cubano bueno no   lo tenga a flor de piel, quizás   sin saberlo. Es la inspiración   de todos los días, la capacidad   del bien por sobre la injusticia,   pero no pocas veces   nos lo entregan demasiado   inalcanzable, y eso es malo.   Él nos conmina a luchar contra   la pereza y la ligereza, te   obliga a enfrentar cualquier   acto feo y a salir cada día a   asumir la vida”, asegura.   

Confidencias   

Pepe ha incursionado en los   tres medios periodísticos por   excelencia, de ellos ofreció   sus confidencias, lo aprendido   a golpe de talento desde   que el 12 de septiembre de   1974, con 21 años, llegó a Radio   Cadena Agramonte para   iniciar su servicio social.   

“De la radio me fascina la   inmediatez, el convertirte en   los ojos de quien te escucha,   es la palabra pura, susurrada;   de la televisión lo que más   me gusta es su capacidad de   transmitir ideas frente a una   cámara y ser creíble, y que   aquel que te ve desde la sala   de su casa sienta deseos de   conversar contigo.   

“Pero hay que tener mucho   cuidado, pues la notoriedad   solo se alcanza cuando el   cronista dice cosas diferentes   y transmite lo auténtico de lo   que vive. La TV te anula o te   levanta en un segundo.   

“Sin embargo, la prensa   escrita es lo más grande. Soy,   por sobre todo, un hombre de   la prensa escrita, lo que quizás   venga dado por la complicidad   entre el que escribe y quien te   lee, ese que puede guardar el   periódico para después y volverte   a leer.   

“La prensa escrita te puede   acompañar como un amuleto,   y te obliga a la ingeniosidad en   asuntos del lenguaje y la gramática.   Yo paso mucho trabajo   escribiendo; me releo, quito   cosas, vuelvo a ponerlas… en   fin. Quizás por eso me fascinan   los periodistas que de un tirón   pueden hacer un buen artículo,   una buena crónica, que es para   mí el género más excelso.   

“Es el que más respeto, el   que prefiero y disfruto, en especial   las crónicas ajenas, aunque   algunas de mi cosecha, y   me apena decirlo, me deleitan   mucho. El don del cronista   es un raro hallazgo, pero estoy   negado a que la crónica se   convierta en un pedido, aunque   lamentablemente sea por   la muerte de alguien. Es mejor   escribir una crónica de vida”.   

¿Influencias…?   

“Muchas. Mis padres fueron   esenciales. De joven siempre   respeté a los viejos en la profesión.   No soy religioso, pero   sí supersticioso, y tengo la impresión   de que por momentos,   cuando escribo, alguien me   acompaña. Esas son las influencias.  

“Manuel González Bello   siempre me acompañará. Él tenía   la gracia para escribir, esa   que se ha perdido hoy. A Ricardo   Sáenz le debo el olfato para   lo que es periodístico. A Luis   Sexto, el arrostrar siempre el   camino de los que piensan y   tienen juicio. Roberto Agudo   me enseñó a diferenciar lo   esencial de lo intrascendente y   Renato Recio, el rigor conceptual   para cualquier labor periodística.   

“De muchos aprendí, de   Magaly García Moré, de Rolando   Pérez Betancourt, de   Heráclides Barrero, que me   enseñó a sustentar los sueños   en la realidad; de Eduardo Labrada,   a quien le agradezco la   seguridad profesional; de Luisito   Hernández Serrano, que   todos los días, hasta debajo de   una piedra, hay una historia   escondida.   

“Imposible mencionarlos a   todos, pero a todos los tengo a   mi lado cuando escribo el Acuse   de Recibo, lo más grande, lo   más trascendente que he hecho   en el periodismo. Nada como   esa ventana abierta a las inquietudes   de mis ciudadanos”.   

¿Qué le falta al periodismo cubano hoy?   

“Mucha variedad, enfoques   personales, atrevimientos y   cierta autonomía —que no es   política— para poder convertirse   en una fuerza viva, actuante   e incisiva en la sociedad.   

“Me molesta mucho que   al juzgar al periodismo cubano,   muchas personas —incluso   respetables— focalicen las insuficiencias   en el periodista de   filas y no señalen factores que   sobrepasan la posible voluntad   y el talento de ese profesional.   De alguna manera los problemas   de la política informativa,   del insuficiente abordaje de las   complejidades de la realidad   cubana, tienen que ver con el   diseño institucional que se ha   hecho de nuestro periodismo”.   

Mercy, Laura, Nana…   

Su vida con Mercy, la esposa,   la considera un reportaje   inacabado. “Entender cómo   hemos podido llegar hasta   aquí, con los esmeriles que el   tiempo hace caer sobre las parejas…   eso es extraño y probablemente   no llegue a saberlo,   pero algo se impone: hoy todo   es menos súbito, más lindo y   sosegado. Laura y Lucía —hija   y nieta— son el mejor producto   de ese amor, aunque quizás nos   faltó audacia para tener más   hijos”.   

Un nombre es recurrente   en Pepe. ¿Por qué Nana?, pregunto.   Lo sorprende la interrogante.   “Caramba, ella fue   mi nana y la de mis hermanos.   Una gran santera y el último   vínculo que me queda con mis   padres, de mi infancia, de aquel   Jovellanos”.   

Nos despedimos. Y creí verle   en el rostro a José Alejandro Rodríguez Martínez la alegría   por la historia contada: era la crónica más larga de su vida.


Compartir

Gabino Manguela Díaz

Se han publicado 4 comentarios


jorge ignacio
 12/3/13 14:24

Excelente entrevista, y pepe como siempre hablando claro y dando en el clavo, lean esta tambien —Fernando Rojas, Viceministro de Cultura DIJO Cuba necesita prensa revolucionaria no oficial. Es una necesidad. Cuando escucho al Primer Secretario del Partido, lo que ha dicho sobre la prensa, y leo los propios documentos del Partido, recuerdo esa idea. Nosotros necesitamos que la información no se asocie solo a lo que se informa sobre la gestión del gobierno porque se produce una limitación de base para el periodismo, en particular para el periodismo de opinión, para el crítico, incluso para el noticioso, que tendría que insistir en los defectos de esa gestión gubernamental y política. Una de las cosas que tendría que resolver el periodismo es considerarse no oficial, o no necesariamente oficial, en una medida mucho mayor de la que hoy se considera en algunos medios. Y al mismo tiempo, revolucionario. Es el reto: una prensa revolucionaria no oficial que permita una mirada crítica, que no signifique tener que responder estrictamente a la gestión del gobierno, sino todo lo contrario: poder enfatizar en las lagunas, los errores, los problemas, decir descarnadamente lo que pasa. El periodismo tiene capacidad suficiente para cumplir esa función, pero, al mismo tiempo, hay que crearle condiciones para que lo haga. El periodista no puede sentirse inseguro si va a seguir esas pautas que nos está trazando la dirección del Partido, pero tenemos que crearle condiciones para que no se sienta inseguro a la hora de hacer este ejercicio crítico. http://www.caimanbarbudo.cu/entrevistas/2012/01/el-periodismo-cubano-gran-asignatura-pendiente/

Leslie Salgado
 12/3/13 12:32

Ojalá que la señal que envía el premio a Pepe, sea cierta: el reconocimiento al periodismo verdadero, más allá de la propaganda que tanto abunda y tanto gusta, entre ciertos sectores.

Arístides Lima Castillo
 12/3/13 10:31

Cada día, cuanto más conozco de este periodista, más lo admiro. Me gustaría uno de estos días por venir, encontrarme con él, en la calle, para estrecharle la mano y decirle cuánto valoro su trabajo, especialmente en Acuse de Recibo, donde más puedo conocerlo. ¿No se pudiera clonar? Periodistas como José Alejandro Rodríguez hacen mucha falta en la prensa cubana.

Irma Pardo Olivé
 12/3/13 9:48

Excelente periodista,muy valiente, concreto y crítico, me gustan mucho sus comentarios elegantes, educados, donde sin ofender a nadie, llama las cosas por su nombre,es un ejemplo a seguir, Felicidades Pepe siga así que lo admiramos mucho

Deja tu comentario

Condición de protección de datos