A propósito del 8 de septiembre, que por aquellos años finales de la década de los 70 del siglo pasado era celebrado como Día Internacional del Periodista en la lucha antiyanqui, enviamos una enorme tarjeta de felicitación de casi medio metro de ancho.
No podía haber otra igual porque se trataba de publicaciones pegadas una encima de otra de modo que solo se veía el nombre del periódico o la revista, y en diagonal decía Felicidades.
Ese cartelito fue confeccionado más por entretenimiento que otras razones, pero fue enviado para congratular a colegas ubicados en organismos en función de comunicadores o como le llamaban en esos años: divulgadores.
En horas de la tarde, llegó a nuestras oficinas una representación del organismo a cuyos periodistas felicitamos, pero la sorpresa fue que junto a otros obsequios, había uno que luego de unas palabras de elogio hacia los profesionales de la prensa, entregaron tras retirarle el envoltorio.
Sorpresa: Era el mismo collage que habíamos hecho, pero que los divulgadores (según contaron después) habían colocado encima de un buró, y los cuadros de dirección lo encontraron y agregaron a los presentes que recibimos, sin preguntar el origen.
Por aquellos tiempos no había redes sociales, y algo así de enviar algo que después fuera reenviado era raro, pero en los actuales, es común que le suceda a cualquiera a través de Messenger, WhatsApp, correos electrónicos…
Ya a alguien se le ocurrió pensar que tales reenvíos de felicitaciones pudieran no ser de buen gusto, además de dar la limpresión de que se transmite como mera formalidad para salir del paso sin mediar sentimientos.
Existimos receptores que cuando vemos el aviso de Reenviado, o lo que es peor: Reenviado muchas veces, ni siquiera lo abrimos, y en el mejor de los casos, seleccionamos otro abultado grupo de contactos y le damos clic a Reenviar.
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Tal proceder mental automático puede provocar otros desaguisados como confusiones creadas con el mensaje recibido por un colega acerca del aviso de que Mañana a las 9 de la mañana será la reunión de balance…
El periodista recibió el texto un sábado, y el domingo se presentó puntualmente a darle cobertura a la susodicha reunión que había tenido lugar la sabatina jornada anterior, por lo cual inmediatamente llamó con el propósito de saber si había sido suspendida.
Aclarada la situación, se supo que al tomarse la decisión el viernes de fijar la reunión para el sábado, fue redactada la citación que inmediatamente comenzó a difundirse a todos los implicados, pero por la madrugada alguien se acordó del periodista y se lo reenvió.
Temprano, el reportero revisó WhatsApp y al ver el aviso planificó acudir a la reunión mañana, que en su caso, interpretó que sería el domingo, pues no había ningún otro dato por el cual pudiera interpretar o deducir cuándo fue creado el mensaje ni si había sido reenviado a tiempo.
A recordar esos hechos, cuando Ana Margarita Castillo reenvió una invitación para los festejos por el 14 de Marzo, Día de la Prensa Cubana, le hicimos una llamada directa para que aclarara cuándo es mañana, pero resultó que sí, era al otro día.
Ante su enojo por lo que consideró una desconfianza, hubo que contarle varias anécdotas que ella sugirió publicar, y eso hacemos ahora.
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Además de la recomendación de redactar incluyendo datos por si el texto es reenviado, agregamos el procedimiento de bajar los videos o fotos, y después enviarlos como si fueran propios.
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