Apenas había comenzado la Zafra de los Diez Millones cuando numerosos centros de producción y servicios vieron reducidas las cantidades de trabajadores en favor de movilizarlos permanente o eventualmente hacia los cañaverales, sobre todo hacia los cortes de la gramínea.
Era en los días del verano de 1969 y no pocos querían disfrutar de vacaciones, entre ellos estaban los empleados en tejer artículos de yarey en los talleres de Trinidad, desde donde salían lo mismo toscos sombreros para labores agrícolas como las más refinadas jabas, carteras y estuches de regalos que fueron usados para obsequiar a jefes de Estado.
Con los aptos incorporados en las rudas faenas agrícolas y quienes se tomaban sus vacaciones, el plan de producción de la entidad estaba en alto riesgo de no ser cumplido por falta de fuerza laboral, por lo cual las administraciones estaban tensas.
Durante esos inoportunos momentos me presento ante los dirigentes de la entidad para coordinar la realización de un reportaje, que hice a pesar de ellos, y sin más gestiones porque pedían aplazarlo para un poco más adelante.
Concretamente, mi interés estaba en las personas que hacían su faena en los hogares, en su mayoría mujeres, aunque también había hombres, y lo mismo jóvenes que viejos, pero todos dotados de exquisita destreza para tejer aquellas fibras de la planta conocida como yarey, muy abundante en el lejano pasado en la zona de Trinidad, al sur de Sancti Spíritus.
Estaba interesado en el aspecto cultural, en la tradición existente en una de las primeras villas fundadas por los colonizadores españoles, y no tanto en el interés económico, pues también escribía sobre la alfarería, un oficio transmitido entre generaciones de una misma familia en esa ciudad.
Aunque ningún entrevistado fue hostil al trabajo periodístico, en todos los casos era visible el descontento, situación aclarada casualmente al escuchar en plena calle que uno de los encargados de abastecer de materia prima a los artesanos en sus domicilios se refería a que se iría para los cortes de caña porque no tendría que hacer más suministros.
Explicaba que ante la reducción del número de trabajadores, la administración quería concentrar a todos en un mismo local para tener mayor control, elevar la productividad, la producción y cumplir los planes a pesar del déficit de fuerza laboral causado por las movilizaciones hacia la producción azucarera.
Medio siglo después de aquella demostración de incapacidad para dirigir trabajadores a domicilio, el mundo impactado por una pandemia presenta un inédito escenario en el que se imponen tanto trabajar a distancia como teletrabajar gracias al desarrollo de las nuevas tecnologías.
Y ambas modalidades implican otras novedades para los encargados de dirigir esos procesos, y en el caso particular cubano, cuando todavía hay quienes no saben hacerlo bien en el ámbito tradicional, ahora tendrán que planificar, controlar y conducir colectivos donde coexistirán para siempre formas de trabajar agrupados, dispersos y vinculados tecnológicamente.
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