Hablar de historia constituye un reto para estudiosos, historiadores, investigadores, filósofos, intelectuales y artistas que encuentran en este quehacer una ruta u hoja de vida; donde confluye lo cognitivo, epistémico, axiológico, los principales acontecimientos y sucesos que determinan etapas y períodos del desarrollo de la humanidad, las vivencias y la necesidad de contar, describir y compartir con otros: un saber, un conocimiento o una realidad.
En este sentido se atesora en Cuba, la obra y vida del reconocido historiador y maestro Julio Le Riverend Brusone; de un considerable valor historiográfico, por ser uno de los más importantes exponentes de la segunda mitad del siglo XX. En la actualidad su legado, perpetua la línea cronológica de los hechos históricos de Cuba y América; porque constituye un referente imprescindible para comprender procesos sociales, económicos y de otras esferas del conocimiento.
Dotado de una cultura económica, política, jurídica y social influenciada por la ideología marxista y el acercamiento con eminentes figuras de la historiografía cubana como Fernando Ortiz y Emilio Roig de Leuchsenring; se convirtió en un historiador multidisciplinario, con una vocación de instruir y educar. Desde su juventud se involucró en las actividades contra la Dictadura de Gerardo Machado, vinculado al Ala Izquierda Estudiantil, permaneció exiliado en París; ya en la isla militó en el Partido Comunista en 1935.
Como parte de sus estudios se graduó de Maestro en Historia del instituto Nacional de Antropología e Historia, al unísono publicó libros y textos relacionados con la cubanía, los procesos económicos del país, y sus relaciones bilaterales con otras naciones. Mantuvo su actividad revolucionaria con la ejecución de acciones de oposición al régimen de Fulgencio Batista, siendo exiliado en México, tras haber sido asaltada su casa por las fuerzas de la dictadura. Después del 1959 ejerció su vida docente en instituciones del nivel superior: Universidad Central de las Villas y en la Universidad de la Habana.
Por su dominio de las temáticas económicas se desempeñó en el Banco Nacional de Cuba y en el Instituto Nacional de Reforma Agraria. Para el 1962 integró la Comisión Organizadora de la Academia de Ciencias de Cuba como Vicepresidente, en igual periodo, asume la presidencia del Instituto de Historia y del Archivo Nacional de Cuba.
- Consulte además: La historia y el oficio de historiador
En el 1970 es nombrado vicepresidente de la Asociación de Amistad Cubano-Soviética y en 1972 asume el cargo de Viceministro de Educación General y Especial del Ministerio de Educación. Su labor diplomática continuó al ser nombrado como Representante Permanente de Cuba ante la UNESCO hasta 1977.
A su regreso, dirigió la Biblioteca Nacional José Martí hasta 1988, quienes lo conocieron resaltan entre sus cualidades la sencillez y el apoyo a los jóvenes profesores de historia, así como el valor de su encomiable labor en esta institución por la ejecución de diferentes cambios organizativos y la reestructuración interna de este baluarte del patrimonio bibliográfico nacional.
Formó parte del Consejo de Dirección del Centro de Estudios Martianos. Fue designado Asesor del Ministerio de Cultura en 1978, y en cumplimiento de dichas funciones participó en la Conferencia Regional de Políticas Culturales, efectuada en Bogotá, Colombia. Se desempeñó como Presidente de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba, desde su fundación en 1981 hasta 1995. En esta organización, junto a sus colegas enfatizó en el diálogo ético y respetuoso para construir conocimientos sin prejuicios ideológicos, logrando intercambios y discusiones colectivas y el trabajo cooperado con instituciones científicas para contribuir a la preservación de la memoria histórica.
Por su amplia trayectoria en el 1973, recibió la condición de Doctor Honoris Causa del Instituto de América Latina de la Academia de Ciencias de la antigua Unión Soviética y para el 1995 el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas.
Con los nuevos adelantos científico técnicos alcanzados, es menester recurrir a los aportes y fundamentos de Le Riverend, porque compilan una etapa esencial en la historia como pleno agradecimiento con la obra de toda una vida; pero esto implica un desafío superior, un compromiso necesario que amerita vincular la experiencia adquirida, los saberes acumulados y la participación de profesionales de otras ramas en el fortalecimiento del movimiento historiográfico cubano y mantener la preservación de la historia patria.
Rosa Zayas Cartaya
23/5/25 23:15
Cuando leemos la historia solo podemos conocer cuan de ella conocemos y nos prepara interesante escrito sobre la obra del historia de su época. Toda una brillante historia al servicio y bien del conocimiento. En serio brillante trayectoria podemos contar una amplia interpretación de la historia Cubana. Muchas gracias
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