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domingo, 6 de octubre de 2024

Las imprescindibles mujeres rurales

Cada 15 de octubre desde 2008 se celebra el Día Mundial de la Mujer Rural en reconocimiento a una labor casi invisible...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 15/10/2016
1 comentarios

En las manos y el sudor de las mujeres rurales descansa, en buena medida, el desarrollo agrícola y social, la mejoría de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza en zonas campesinas, pero, a pesar de ello, aún en numerosos países son invisibilizadas, sin reconocimiento jurídico y social, o de manera muy limitada.

Tanto en las naciones desarrolladas como en las pobres o subdesarrolladas, la figura femenina desarrollada una labor sostenida en la producción de cultivos para la alimentación familiar y la venta de los excedentes; cuidan distintos tipos de ganado; y se dedican también a las labores de mercado.

Tareas agropecuarias que desempeñan sin descuidar la labor que le ha sido asignada por siglos de patriarcado en el cuidado de la familia, no solo desde el punto de vista económico sino también como responsable de hijos y ancianos, en una doble jornada no remunerada.

La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) informó el pasado año que las mujeres son responsables de más de la mitad de la producción de alimentos en América Latina y el Caribe, pero siguen afrontando la desigualdad social y política.

En un documento reproducido por el diario mexicano La Jornada, la FAO precisó en un documento sobre las residentes en zonas rurales, incluidas las indígenas,  que “aunque desempeñan un papel fundamental en la erradicación del hambre, preservando la biodiversidad, conservando semillas y recuperando prácticas agroecológicas para la producción de alimentos saludables, solo el 18 por ciento de las explotaciones agrícolas son manejadas por mujeres”.

Ello significa que laboran codo a codo con los hombres, e incluso en solitario, pero el 40 por ciento de esa masa agrícola carece de ingresos, aunque trabajen diariamente extensas jornadas. Son muy pocas las que poseen propiedad de las tierras, lo que las coloca en desventaja frente a sus compañeros agricultores.

Estos son algunos de los motivos de la decisión de Naciones Unidas en 2008 de crear el Día Internacional de la Mujer Rural para llamar la atención de los gobiernos y otras autoridades decisorias que pueden otorgar una serie de condiciones a estas trabajadoras, determinantes para la producción agrícola y pecuaria, el sostén de la familia y la economía nacional.

De buenas intenciones está preñado el camino. Cierto es. Pero en la práctica, empero, quienes pueden mejorar la vida de estas mujeres rurales observan como algo normal que hasta las adolescentes estén dobladas sobre los surcos como si ese fuese un destino trazado para ellas, a las que no se les reconocen sus derechos humanos y laborales.

En un análisis sobre la situación de las agricultoras no remuneradas por sus parientes realizado por ONU Mujeres destaca que estas personas “constituyen un universo invisible y sin apoyo directo, en circunstancias que son tantas o más que las trabajadoras por cuenta propia, y que su aporte productivo es muy importante en cantidad y oportunidad”.

La mayoría de las mujeres en América Latina y El Caribe carecen de una condición jurídica o social, lo que limita sus posibilidades de adjudicación judicial de la tierra, la capacitación y la enseñanza. Aunque no hay datos oficiales sobre el número de las ocupadas en tales faenas, en casi todas las familias campesinas al menos dos son agricultoras sin derechos. .

Para el diario mexicano El Sol de México, existe una brecha de género en la propiedad de la tierra relacionada con actores históricos, como la preferencia masculina en la herencia, el privilegio de los hombres en el matrimonio, la tendencia a favorecerlos en la entrega de terrenos en los programas estatales.

En general, el Estado siempre ha favorecido más a los hombres que a las mujeres en la distribución de la tierra, según este órgano periodístico, y aunque en las últimas décadas algunos países de la región hicieron modificaciones legales para favorecerlas de alguna manera, la supuesta equidad carece de efectos significativos.

O sea, que la inequidad es una de las constantes cuando se analiza el cuadro de participación femenina en el proyecto agrícola regional.

Incluso, estudios de agencias de la ONU coinciden en que aquellas pocas reconocidas como jefas de explotación de la tierra –están entre un ocho y un 30 por ciento en América Latina y El Caribe- en general son relegadas a pequeñas parcelas con terrenos de baja calidad en  contraste con las que están bajo control masculino,  lo que representa otra forma de desvalorización de la fuerza de trabajo femenina en las zonas rurales.

Estas actitudes no ponderan las necesidades de la mujer rural trabajadora, que para sacar adelante sus cosechas debe esforzarse el doble, pues pocas reciben ayudas o créditos para la adquisición de recursos y tecnologías básicas.

La más probable solución para satisfacer las necesidades de estos grupos femeninos es el trazado oficial de políticas de apoyo a sus labores productivas y de protección social, en tanto integrantes o responsables de familias, una doble perspectiva que no puede ser olvidada.

En Cuba, la situación de la mujer rural es diferente. El pasado año, el Sistema de Naciones Unidas en ese país tuvo elogiosas palabras sobre la situación de las más de 200 mil mujeres vinculadas al sector agropecuario, en la que, no obstante, aunque mínimo en comparación con sus congéneres del resto de la región, también se observan brechas de género.

Aunque son tratadas con respeto, ganan igual salario que sus compañeros de faenas, dirigen distintas formas de producción agrícola, pesan aun sobre las cubanas la responsabilidad de la atención al resto de la familia, sin poseer comodidades ni las mejores condiciones para hacerlo.

Para ir cerrando esos espacios, la Federación de Mujeres Cubanas, una masiva organización que agrupa las masas femeninas de la isla, trabaja con la Asociación de Agricultores Pequeños (ANAP) y el Ministerio de la Agricultura,  mediante estrategias de género para eliminar estereotipos y prejuicios que frenan el avance de las féminas en el ámbito rural.

La secretaria general de la FMC, Teresa Amarelle, destacó en fecha reciente que resulta admirable que más de 17 mil cubanas sean usufructuarias de tierras, y mencionó entre los principales desafíos lograr mayor representatividad femenina en esa área, teniendo en cuenta que el sector agropecuario constituye una de las prioridades entre los objetivos, metas e indicadores de desarrollo sostenible de la estrategia nacional hasta 2030.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista

Se han publicado 1 comentarios


Daisy
 17/10/16 16:59

Gracias por permitirme iniciar este comentario. No cabe dudas que sin manos de mujer, no hay obra perfecta, pero para llegar a la perfección sobre todo en lo que se refiere a temas de igualdad de género y en el ramo de la agroalimentaria en Cuba, todavía quedan mentes por abrir, pero no nos dejamos amilanar, la fuerza femenina de esta importante rama crece y de hecho, las leyes protegen porque existe voluntad política. Yo soy una de ellas, que trabajo para propiciar un mayor conocimiento en esta materia de género como promotora.

 

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