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domingo, 27 de julio de 2025

Que el golpe no nos sea indiferente

La violencia hacia la niñez debe ser cada vez menos frecuente y más repudiada, así salvaremos vidas e infancias...

Yeilén Delgado Calvo
en Exclusivo 26/07/2025
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Maltrato
De la naturalización de la violencia hacia las niñas y los niños aún no nos hemos podido desprender como sociedad. Foto: Tomada de modii.org/

Un niño de dos años muere, y algo se nos apaga por dentro. No ha muerto por enfermedad ni accidente. Lo que lo ha llevado al hospital y luego a fallecer han sido los golpes de su madre y su padrastro.
La noticia se reproduce, los comentarios en redes sociales son cientos, y nos preguntamos: ¿cómo pudo ser?, ¿cómo se le hace eso a un ser indefenso? ¿cómo una madre lejos de proteger, hiere?
No hay una respuesta única ni sencilla; casos así se reportan en todo el mundo cada día; y aunque toque a las autoridades desentrañar causas y vulnerabilidades, no me queda duda que detrás de todo se halla una naturalización de la violencia hacia las niñas y los niños de la que aún no nos hemos podido desprender como sociedad.
Cuando la discusión del nuevo Código de las Familias ese fue uno de los puntos álgidos, madres y padres se sintieron aludidos, “¿cómo yo no voy poder darle una buena nalgada a mi hijo?”, “los golpes enseñan”, “una nalgada a tiempo evita males mayores” …
Nos cuesta aceptar que hay otras herramientas más allá de la violencia, que cuando llegamos al golpe es más por desahogarnos que por corregir, porque rebasamos el límite propio y no sabemos cómo gestionar la ira, el cansancio, la soledad de la crianza.
La labor de cuidado es siempre dura –ya lo he dicho hasta el cansancio– y con niñas y niños es muy fácil perder la paciencia, pero decir una palabra ofensiva, descalificar, avergonzar, golpear, no son opciones válidas.
Hay muchas maneras alternativas para educar, pero como todas las madres y los padres no tienen acceso a esa información, ni tuvieron igual crianza, y mucho menos cuentan con la misma red de apoyo o de comodidades, costará tiempo que desaparezcan modelos entronizados hace mucho: donde a la infancia no se le escucha ni se le pregunta, y donde una “mano de golpes” en plena calle a una niña apenas si recibe miradas reprobatorias (porque entre madre e hija tampoco nadie se debe meter, “algo habrá hecho”).
Así, naturalizando la violencia, es más fácil que el abuso ocurra y termine robando la felicidad de una infancia, o matándola. Porque, claro, ni por asomo afirmo que quien ha golpeado alguna vez a sus hijos sea capaz de hacerlo hasta herirlos, pero cuando no lo vemos como un error, como algo de lo que deberíamos avergonzarnos, es más fácil que el abusador o la abusadora no encuentren freno.
Que un niño sea golpeado debe alarmar a la familia, a los vecinos, a la policía; quien lo haga debe encontrar repudio de todos. Y por eso hay que hablar más del tema por cada vía posible.
Si empezáramos a entender, colectivamente, que las niñas y los niños son sujetos con derechos, que alcanzan autonomía progresiva, y que golpearlos es tan repudiable, o más, que a un adulto, tal vez menos noticias como las de días recientes vendrían a helarnos el alma con su injusticia.


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Yeilén Delgado Calvo

Periodista, escritora, lectora. Madre de Amalia y Abel, convencida de que la crianza es un camino hermoso y áspero, todo a la vez.


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