Recuerdo aquella época preciada cuando sonaba en perfecto estéreo, en las actividades o eventos importantes de la primaria, las canciones de Silvio: “La Masa”, “El Necio”, “Quien fuera”, “Ojalá”, “Canto y arena”, el “Unicornio” que nos inspiraba a nunca dejar de buscar nuestros sueños. Era un niño que no sabía lo que decían sus canciones, su significado, por más que mis padres con diálogo templado intentasen explicarme. Era un niño que procuraba pensar demasiado, aunque entre juegos no lo hiciera. Creo que ninguno a esa edad sabía su pleno significado, sin embargo, en esas actividades, se nos escapaba el perpetuo coro: - Mi unicornio azul ayer se me perdió… - y – Para Elpidio Valdés, patriota sin igual… -. Era alegría, felicidad, esperanza. También era la época de cuando entre muñequitos se colaba aquel video oscuro realizado a “Cita con Ángeles” que entraba y se mezclaba con el ruido casi mudo de los recovecos de la casa. Ahí, todos se quedaban en calma, escuchando, disfrutando, meditando la letra. Esa es la magia de la música, la magia de Silvio, que atraviesa paredes, límites y fronteras. Y como sucede con la vida, donde las historias de tus padres se vuelven tus historias, así sucedió con la música de Silvio, se hizo tan mía como para asistir a su concierto aquí en Alamar, no importa que el disfrute fuera sin luz, no importa que después, mientras crecía, supiera que Davisito (David Escalona Carrillo integrante del Grupo Omni Zona Franca) que tanta historia hizo, no estuviera “con los que son”, y su diferencia de criterio lo “marginara” en fin.
El concierto en Alamar fue el número treinta y cuatro de lo que sería la Gira Interminable de Silvio Rodríguez por los barrios de La Habana (su segundo aniversario). Junto con él, Alejandro Ramírez Anderson (deMOLER, Monteros, Hombres sobre cubierta) conformó el documental Canción de Barrio (2014), el cual se filmaba mientras avanzaba por estos lugares de La Habana. Un diseño de un muchacho (no tan muchacho) con arraigo bien cubano amen de pertenecer a una cuna guatemalteca, que siempre ha tomado la esencia personal de cada conflicto que trata en sus cintas. Con mano dura para los temas crudos.
El documental contó con una Premiere que se realizó en el Cine Chaplin, no obstante, en su año de estreno no fue muy difundido. Desconozco, su razón. Sin analizar los principios o motivos de censura (como idea primaria que puede surgir), utilizados en todas partes del mundo cuando un tema pone en tela de juicio o atenta contra de la imagen de un organismo o de un país. Este metraje documental exponía los mensajes que los conciertos como tal abogaban: mostrar en imágenes la labor de llevarle su música (la de Silvio y sus acompañantes) a las personas que normalmente no pueden permitirse ir a los teatros o conciertos organizados, y como segundo aspecto, no menos importante que el anterior, el material atestiguaba las condiciones en que se vivía en esas zonas tan humildes y llamadas marginales de la capital. “La Habana marginada, La Habana profunda”.
Toda idea comenzó por la situación difícil por la que pasaba el país (imaginarnos jamás que podía empeorar social y económicamente). Delicadeza que ameritaba la visita de Silvio Rodríguez, del Silvio de todos los cubanos, del hombre de pueblo. El cual consideró y considera que es necesario brindarle su tiempo, su música y su voz a la gente que en peores condiciones vive, conociendo la humildad con que estas personas habitan y cohabitan. Y porque todo evoca ternura y compromiso.
Anderson nos permite indagar en el impacto social, no solo traído por la visita de Silvio (que es el eje conductor de todo este asunto) sino, en las aristas sociales y económicas de estas comunidades protagonistas. Claro, tengamos en cuenta que, el cine documental no deja de ser una expresión montada. Canción… aborda temas como la inaccesibilidad a los servicios básicos de alimentación, electricidad o agua, vivienda, escases de recursos vitales, entre otros; de una forma cruda, sin atajos ni cegueras. Toma su discurso argumental de varios acontecimientos, sucesos y testimonios de la realidad, pero no deja de ser un montaje audiovisual que sucumbe a los procesos de edición y selección de su equipo de realización, entre ellos las convicciones de su director, que expresa por sobretodo su visión muy particular, colegiada, sí, mas, particular. Todo artesano impregna su valoración personal en su obra amén de que se trate de la realidad aparente, de esto se trata el arte de crear.
Toma la oportunidad para plasmar ideas analíticas y críticas acerca de la situación en que se vivía en la capital en ese entonces, desarrolladas por los mismos afectados. Alejados de toda arbitrariedad, posicionamiento o parcialidad, solo con la verdad desnuda en la mano como arma, expresión directa en la imagen. Identificada por la causa de la gira y las letras poderosas de las canciones de Silvio, símbolos para el cubano, que, por supuesto, componen también la banda sonora del metraje, aportándole intencionalidad y lucidez al diálogo. Sin penas ni tristezas. Reflejando la idiosincrasia y el tradicionalismo. Por eso se nos hace tan real, porque es la vida misma en pantalla, el día a día. Una monumental muestra del material documental, el alegato puro sin utilizar recursos convenientes que empañen su argumento. Abogando siempre por la naturalidad en un ejercicio de darle voz a los invisibles.
La pieza documental revela una parte de Cuba que quizás aún permanezca oculta. Donde las personas luchan por sobrevivir más que en cualquier otra parte de la capital, con estrategias poco convencionales – muchas ilegales – (otra serie de inventos y luchas del cubano cotidiano) que rozan las ideologías más contradictorias. Culpo a la necesidad ante la misma necedad del ser humano. Esto es tratado con una sencillez cinematográfica y humana que se hace constante en toda la cinta. El ingenio de su confección, amén de ser directa, sin edulcorantes ni colores viscerales, donde cada corte o toma cuenta, es delicada. Leve. Porque no es una cuestión de expresión, es una cuestión de sentimientos, de moral, de vida. Por eso la película evitaba crear un ruido más allá de la mera forma de la ilustración ineludible de la situación en que se daba el acontecimiento desde sus raíces. Una muestra de crítica, de la autocrítica que se hace imprescindible cuando se enfrenta a un proceso de reconstrucción y rediseño.
Por eso no es arte contestatario, no es la expresión divergente de un “movimiento interesante” desde y para las ramificaciones sociales, políticas y económicas que solicitan un cambio. No solo es una posibilidad para dar a conocer estos problemas, que es otra verdad transparente dentro del dinamismo meticuloso del largometraje. Es un asunto de deterioro, amor, desesperanza, dificultad, pero sobretodo, del cubano, de su personalidad para enfrentar situaciones, donde las asperezas de la realidad no manchan nuestra alegría, nuestro espíritu. Es una manera para aliviar el alma a las personas en los (estos) profundos tiempos de crisis. Trato aquí, que “no me embriague la altura” porque considero que es un asunto sumamente moral.
Entonces, Silvio intenta propagarnos, con su aliento juvenil alocado que no se detiene, esa alegría y esperanza de cuando éramos niños, dándonos la fuerza para al fin “convertir en milagro el barro”, aunque se tenga que “amar el tiempo de los inventos”, “porque solo el amor engendra la maravilla”.
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