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domingo, 27 de julio de 2025

Aquel verano en La Habana

En julio de 2015 Cuba y Estados Unidos darían juntos un importante paso en la solución del histórico conflicto bilateral. Ambos países demostraban que a pesar de las diferencias, convivir es posible....

Guillermo Suárez Borges en Exclusivo 21/07/2025
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Reapertura de la embajada de Estados Unidos en Cuba 08
Reapertura de la embajada de Estados Unidos en Cuba (Fernando Medina Fernández / Cubahora)

El entonces secretario de estado John Kerry haría una solicitud muy singular: dos reliquias automovilísticas llegarían hasta las proximidades de la hasta ese entonces Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba para aparecer al fondo de las infinitas tomas hechas ese día.

Claro que aquella Cuba representada por los conocidos autos clásicos estadounidenses de los años 30, 40 y 50 del pasado siglo —que aún sobreviven en las calles cubanas, algunos de ellos bien conservados—, tenía más que ver con la nostalgia neocolonial estadounidense que con la realidad de la Cuba de 2015.

Desde la retirada casi total de Washington en la década de los 60, la pequeña nación del Caribe se había convertido, no sin esfuerzo, en una potencia deportiva, médica, biotecnológica, educacional. Mostraría índices de desarrollo humano a la altura de las principales economías del mundo.
Aquel 14 de julio se respiraba un ambiente de optimismo en el emblemático edificio que históricamente albergó a los diplomáticos de Estados Unidos en La Habana, aunque todos sabían de un lado y del otro, que no sería fácil superar conceptos de vida y proyecciones tan distantes, y así se definieron claramente las diferencias desde el inicio.

Hasta La Habana llegaron periodistas de los más importantes medios estadounidenses y otros internacionales, amigos y entusiastas de la nueva etapa de la relación bilateral, esperanzados en que quedaran atrás años y años de confrontación.

Algo similar sucedería entonces en Washington días después. El 20 de julio numerosas personalidades cubanas asistirían al izaje de la bandera de la estrella solitaria, en presencia incluso de una dotación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias que custodió y solemnemente enarboló la enseña nacional.

A lo interno de la sede se agolpaban norteamericanos, cubanos y cubanos- norteamericanos. Relevantes personalidades para celebrar el hito histórico que aquello constituía.

Los avances no se percibieron de inmediato. Comenzaron entonces complejos marcos de negociación bilateral que dieron entrada a las primeras medidas facilitadoras por parte de la administración Obama.

Las grandes empresas estadounidenses comenzaban cuidadosamente sus acercamientos a la parte cubana y planificaban en serio pasar página, y plantearse nuevos derroteros en el cercano archipiélago.

Habían pasado unos meses ya desde el histórico anuncio simultáneo de los presidentes Raúl Castro y Barack Obama que daría inicio a la nueva era: el "contratista" estadounidense Alan Gross detenido en La Habana años antes en actividades ilegales regresaría a su hogar; y los tres compañeros presos en Estados Unidos completarían el grupo de Los Cinco de vuelta en Cuba.
 

Meses después, Cuba, con menos restricciones sustentadas exclusivamente en órdenes ejecutivas de Obama, aunque todavía bajo el severo impacto del bloqueo, mostraba ya índices de recuperación económica y nuevos aires soplaban en las principales ciudades del país.
Florecían donde quiera nuevas opciones de servicios, pululaban en las calles los visitantes norteamericanos que, aunque aún limitados por declarar doce categorías para el viaje, llegaban por diversas vías, fueran cruceros o vuelos directos, incluso a las provincias. Todos querían conocer Cuba, prohibida para tantos, por tanto tiempo.

Muchas cosas regresaron a la normalidad progresivamente. Nuestros meteorólogos comenzaron a hablar de huracanes sin que les preocupara el qué dirán en Washington; nuestros académicos se visitaban a un lado y al otro del estrecho de la Florida, debatiendo y apuntando datos y detalles; se hizo más fácil que vinieran estrellas de la música de aquel país a cantar a La Habana, así como jugar pelota en Cuba entre equipos de ambas naciones, y que llegaran hasta las canchas de basket modestas del Vedado figuras emblemáticas como Shaquille O'neal.

Se hizo común por aquellos meses que representantes de ambos gobiernos se reunieran para discutir profesional y seriamente las importantes diferencias, conocidas.

Un total de 22 memorandos de entendimiento sellaron aquella etapa fructífera de coordinaciones mutuas, que dicho sea de paso, se mantienen vigentes a pesar de más de 10 años de política de máxima presión y sanciones recrudecidas.
Y claro que había que empezar por reconocer ahora que estamos muy lejos de esa realidad después de aquellos fatídicos años de desmontaje protagonizados por el primer gobierno de Donald Trump y de la mano de la derecha cubana en Estados Unidos.

Aquellos cuatro años marcados por la agresividad y el desdén anticubano, coincidieron de manera destructiva para Cuba con la pandemia de COVID-19, y esos fueron seguidos por cuatro años de mandato demócrata inconcebiblemente alineados con la política republicana, si tenemos en cuenta que el mismo vicepresidente de Obama que promoviera las relaciones poco tiempo atrás, Joe Biden, ocuparía la sala oval de la Casa Blanca en ese periodo.

Poco se hizo del 2020 al 2024, y lo que se hizo, se hizo tarde.

Cabría preguntarse: ¿Cuál sería en este momento la salud de la relación entre los dos países si hubiéramos seguido por la vía constructiva de una relación bilateral más ajustada a la realidad?

¿Cuánto se hubiera avanzado si hubiéramos mantenido el camino diseñado por los presidentes Barack Obama y Raúl Castro en 2014?

¿Cuántas personas no se hubieran visto obligadas a emigrar ante las complejidades de la crisis generada por la política de máxima presión y el incremento del discurso de odio, para ahora encontrarse muchos de ellos en peligro de deportación?

Una cosa si queda clara y quedará: el futuro de ambos países está en la convivencia pacífica con respeto irrestricto a la soberanía, en ajustar los mecanismos de cooperación en nuestras zonas compartidas y espacios de interacción, que ya sabemos que funciona.

Las actuales y futuras generaciones de cubanos deben preservar ante todo la soberanía y la independencia de Cuba, y los actores serios y sabios en Estados Unidos deben entenderlo.

Un nuevo comienzo entre los dos países es posible, y convivir, también lo es.

 


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Guillermo Suárez Borges

Investigador del Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI). Especialista en temas de Estados Unidos.


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