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martes, 22 de abril de 2025

¿Qué es el paramilitarismo?

Como toda estrategia imperialista, el paramilitarismo ha evolucionado sobre todo en los últimos treinta años, a la par de las nuevas teorías de la guerra de cuarta y quinta generación...

Olimpo Cárdenas Delgado, María Fernanda Barreto en Nodal 17/04/2025
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paramilitarismo
¿Qué es el paramilitarismo? (Nodal)

Definimos al paramilitarismo como una estrategia imperialista, desarrollada a partir de la Doctrina de Seguridad Nacional estadounidense, en medio de la “Guerra Fría”, que creció y se diseminó a lo largo de Nuestra América como herramienta anticomunista, contrainsurgente, para garantizar la hegemonía, la acumulación de riqueza y la expansión del capital. Más allá del dispositivo militar, es importante resaltar que el paramilitarismo engendra políticas y economías propias, que imponen modelos sociales, culturales, ideológicos, comunicacionales y reconfigura territorios.

Leonardo Jaimes, Gloria Silva y Liseth Rodríguez, enfatizan en la relación entre paramilitarismo y economía capitalista al decir que, “En la medida que se comprende que la acumulación por despojo ha sido el principal modelo de desarrollo económico del país, se comprende también la utilidad del paramilitarismo como garante de la “prosperidad”.” Aunque en este caso el autor y las autoras se refieren a Colombia, esta afirmación es igualmente válida para el paramilitarismo que se gesta al servicio de los intereses capitalistas en otros países.

No hay que olvidar que este sistema nace y se sostiene gracias al robo permanente de las riquezas y la fuerza de trabajo de los pueblos. Eso que en la jerga habitual de las ciencias sociales hoy día se prefiere llamar, más elegantemente, “despojo”.

Como toda estrategia imperialista, el paramilitarismo ha evolucionado sobre todo en los últimos treinta años, a la par de las nuevas teorías de la guerra de cuarta y quinta generación, haciéndose en consecuencia descentralizado, más difuso, multidimensional e imbricado en la sociedad.

Estas nuevas teorías militares imperialistas, han tendido a disminuir el uso de ejércitos regulares, sustituyéndolos por fuerzas irregulares, es decir, paramilitares y contratistas privadas, cuya alianza se ha fortalecido a partir de la guerra infinita planteada por el gobierno de Bush hijo, que a partir de septiembre del 2001, engendra la famosa guerra contra el terrorismo.

Algunas de estas compañías son gigantes transnacionales de la industria militar, otras más nacionales (algunas incluso disfrazadas de cooperativas), pero todas al servicio de la explotación y el robo de las riquezas de nuestros pueblos.

Al intercambio de recursos, información y las operaciones conjuntas entre paramilitares y contratistas, se suma el hecho de que las fuerzas paramilitares se han convertido en fuentes “calificadas” de personal para estas contratistas. Clara muestra puede observarse en Colombia donde el tránsito de militar a paramilitar y finalmente a mercenario internacional, es cada vez más común.

Esto tiene que ver con el hecho de que el paramilitarismo está fuertemente vinculado a dos grandes lubricantes de la economía capitalista: la guerra y el narcotráfico. En ambos negocios forma parte de casi todos los eslabones de la cadena, el ya mencionado mercenariato es uno de ellos, pero hay que sumarle otros aún más prósperos como el tráfico legal e ilegal de armas y droga, los cuales obviamente tienen otra gran cantidad de negocios asociados, desde la minería ilegal hasta el tráfico de personas y la prostitución forzada. De todas estas operaciones ilícitas obtiene dineros sin rastro para su funcionamiento, como por cierto, lo hacen también las agencias de inteligencia imperialistas esto es, las estadounidenses, israelíes, inglesas y otanistas.

La crisis de la hegemonía que enfrenta actualmente el imperialismo se agudiza con la crisis del capitalismo del año 2008, trance que aunque parece no terminar, fue parcialmente solventado también gracias a esos lubricantes. La activación del complejo militar industrial y la guerra en general, el tráfico de armas y drogas ilícitas, contribuyeron a mantener la inyección y el movimiento permanente de capitales. Lo cierto es que esta crisis en las relaciones de fuerza que el imperialismo había logrado consolidar en la última década del siglo pasado ha motivado el relanzamiento de la Doctrina Monroe sobre Nuestra América, como territorio de repliegue.

Decimos relanzamiento no porque esta doctrina que ha guiado la política exterior estadounidense, desde finales del s.XIX hubiera desaparecido, sino porque se le inyectan nuevos bríos y se trazan políticas ad hoc.

Por todo lo que hemos dicho hasta ahora, este reimpulso al control de Nuestra América implica entre otras cosas, un aumento planificado del narcotráfico y la expansión del paramilitarismo sobre toda la región.

Aunque en Nuestra América encontramos ejemplos tempranos del uso de ejércitos paramilitares en Colombia y Cuba, por ejemplo, por razones geoestratégicas éste se desarrolló como estrategia con más fuerza y sistematicidad en la propia Colombia y luego en México hasta convertirlos en enclaves imperialistas en el continente. Esto sin pretender desconocer la importancia que tuvo también para enfrentar las fuerzas revolucionarias en Nicaragua y El Salvador.

Actualmente narcotráfico y paramilitarismo se van desarrollando también hacia las costas pacíficas y sus principales puertos, ya que la región del indo pacífico es el escenario de la guerra más importante para la reconfiguración de las relaciones de fuerza mundiales que están planificando los Estados Unidos y la Otan contra China. Lo que explica el interés en controlar al máximo el Canal de Panamá, y el auge del narcotráfico y el paramilitarismo en Buenaventura, Colombia; Guayaquil, Ecuador; y Valparaiso, Chile; además de otros de México, Perú, etc.

En medio de la diseminación de la estrategia imperialista que aquí exponemos, nace la narrativa del “Tren de Aragua”, que ha venido creciendo como herramienta de configuración del “enemigo interno” dentro de lo que Estados Unidos considera sus predios, para justificar su despliegue militar por el continente y sus ataques político-económicos y hasta culturales contra la Revolución Bolivariana.

Esta táctica, que recuerda la de ISIS en Asia Occidental, está sirviendo también para inocular la xenofobia contra la población venezolana en el exterior y justificar un nuevo negocio entre la plutocracia trumpista y el paraíso de las criptomonedas, el lavado de capitales y los servicios penitenciarios tercerizados en el que Najib Bukele ha convertido a El Salvador.

Lo cierto es que “El tren de Aragua”, nace como banda delincuencial venezolana pero fue evolucionando hasta convertirse en un dispositivo, gracias a la invasión del paramilitarismo colombiano a Venezuela que fue impulsada durante el gobierno de Uribe, sostenida luego por el de Santos y derrotada por el Estado venezolano en el gobierno de Iván Duque. Pero lo que trata de ocultarse es que fue totalmente desarticulada en Venezuela, a pesar de eso, su nombre se usa ahora para nombrar esta fuerza paramilitar que se está construyendo y se va expandiendo como un “ejército proxy”, para defender los intereses imperialistas que hemos procurado explicar en estas líneas.

Es importante recalcar que su poder real y su supuesta presencia de Norte a Sur, es maximizada y propagandizada por las corporaciones mediáticas, armas de destrucción masiva que son un dispositivo de las guerras híbridas de este siglo y como parte de ellas, son también aliadas del paramilitarismo.

Finalmente, la definición que aquí presentamos descarta el uso de prefijos como “neo” y “post” que últimamente suelen colocarse para simular una ruptura histórica que no ha existido y alivianar el peso político del paramilitarismo, cuando por el contrario, éste se encuentra en un momento de auge, crecimiento y expansión.


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Olimpo Cárdenas Delgado

María Fernanda Barreto


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