Estábamos por la zona norte de Sancti Spíritus, cerca de Yaguajay a mediados de los 80 del siglo pasado cuando alguien llega y sin que diga nada, todos notamos que estaba en una situación muy difícil, lo cual confirmó al pedir un auto prestado.
Debía estar hacia ya casi una hora en un sitio para cumplir una responsabilidad de tal envergadura que sin antes concluir la explicación que daba como los tartamudos, le dí las llaves y le indiqué cuál era el carro.
A ninguno de los que usábamos el vehículo se nos ocurrió cuestionar nada más y seguidamente salimos a buscar otro medio con el cual trasladarnos a realizar nuestra gestión periodística, para lo cual también llegaríamos tarde si no lo lográbamos.
Pasada casi una semana, alguien llama desde La Habana para preguntar cómo entregar las llaves de un Lada 2105, a lo cual calmadamente contesté que cuando fuera a una reunión a la capital, las recogería.
Cuando llegué con el propósito de que me entregaran el llavero, un colega con ellas en la mano, explicó que quien las pidió estaba muy apenado y no se atrevía a presentarse, por lo cual rogó que las hicieran llegar.
Tiempo después, a pesar de la vergüenza, el beneficiado con el préstamo llamó para disculparse, pero confesó que se había atrevido a comunicarse con el propósito de saber cómo logramos usar el carro si él se había llevado consigo las llaves.
Tras aclararle que inmediatamente al arribar al lugar convenido para abordar el carro, lo usamos porque yo disponía de otras dos llaves de la puerta y el arranque, exclamó: ¡Cómo alguien puede ser tan precavido que tiene llaves de repuesto!
Si aquel compañero llega a leer estos apuntes, sepa hoy que no fue tanto por ser previsor, sino para solucionar un problema por lo que tenía duplicadas las llaves, pues Manolo el chofer, solía entretenerse jugando dominó o conversando con los vecinos y al momento o de salir, no estaba.
No obstante, sea como sea, ser precavido ciertamente vale por dos, como afirma el dicho, pero los hay tan previsores, tan exquisitos en buscar soluciones para cualquier contingencia, que cuando tienen diseñada la estrategia, ya han sucedido tantas tácticas, que la situación cambia por completo.
En esos casos, el supuesto precavido encuentra un escenario que nada tiene que ver con los preparativos, pues ya el problema que se debe enfrentar es totalmente diferente, y entonces todo se le va de control porque necesita estudiar la circunstancia para confeccionar otra estrategia.
Si nos autoexaminamos o analizamos a quienes nos rodean, encontraremos infinidad de ejemplos en que queriendo estar tan exquisitamente preparados, resulta que al emprender las acciones, es necesario improvisarlo todo porque nada es igual.
Harina de otro costal es el que no prevé nada, sino que todo lo deja a merced de la espontaneidad, y entonces se convierte en un títere de las cambiante situaciones.
La vida moderna, y más si lo es en Cuba, resulta difícil actuar con previsión y tener la capacidad de dar respuesta a los imprevistos, pero… Hay que lograrlo.

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